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Mostrando entradas de agosto, 2014

La burbuja estable

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Anoche, durante una conversación de esas típicas post-cena en las que hablas de todos y de todo sin darte cuenta de lo que dices realmente, de repente tuve como una especie de viaje astral a través del  cual salía de mi cuerpo y observaba la escena desde fuera.  En ese momento nos observé a Bonito del Norte y a mí como esa típica pareja perfecta que de todo sabe y que todo lo encuentra fácil.  Para ser más descriptiva, me ví a mí misma y a mi marido como esa típica parejita repelente a las que yo misma tanto evitaba en mis tiempos de soltería y rebelión. Hoy, recordando la escena, recuerdo también otros tiempos en que me encontré en la misma situación y lo rápidamente que las cosas pueden cambiar situándome en ese “otro lado de la conversación”.  La estabilidad esta que se vive de recién casado o cuando una relación empieza y todo sale bien es como una burbuja inmobiliaria, sólo hay que esperar a que explote (porque siempre explota) así que habría que mirar en el propio ombl

Treinta y nueve

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Cuarenta años me esperan para el año que viene y hoy, día en que pongo la última cruz a mi década de los treinta, me sorprendo ante la idea de mi propia madurez.  Si nos mantuviéramos en los cánones de la generación de nuestros padres, se podría decir que ya no soy una joven pero visto como vivimos y nos comportamos las gentes de mi generación, tampoco soy una adulta. Este año que cumlo y comienzo se me antoja extraño, como una época de limpieza y cierre.  Casi como una especie de adolescencia, esta edad me parece interesante por los cambios (lamentablemente a peor) que se supone se han de producir a partir de ahora pues no en vano estoy entrando en la mitad de mi esperanza de vida según las estadísticas europeas. En principio tengo planeado saltarme las estadísticas y vivir mucho más, pero además no sólo eso, sino que pienso hacerlo mucho, a tragazos y con la plena conciencia que da el llegar hasta aquí y mirar atrás con ojos de felicidad.  Que esto es más corto de lo q

Un guiño a la soledad

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Es bien dicho aquello de que los humanitos siempre deseamos lo que no tenemos y así, alguna vez, me asalta una extraña melancolía de aquellos tiempos en que la soledad me abrumaba y tenía que ocuparme en espantarla. Espantar la soledad resultaba dulce, era como reencontrarse con una misma un montón de veces.  Era un tener esperanza en algo, no sé el qué pero era como si siempre estuviera esperando algo que unas veces llegaba y otras no. Hoy en día no espero nada y a veces casi me aburro pero sólo le hago guiños a aquellos tiempos pues tampoco son mejores, sólo eran distintos.

Chupinazo Purificador

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Llevo meses con ganas de escribir pero sin saber qué. ¿Cómo cuento todo lo que ha pasado sin que esto se convierta en un diario adolescente? ¿qué palabras utilizo? ¿cómo lo compongo? ¿por dónde empiezo? ¿de dónde saco el tiempo?. Y mientras sigo pensando y pensando, preguntándome cosas (pocas pero algunas) y no concluyendo nada… el tiempo pasa y llegan las fiestas de verano un año más para demostrarme que el mundo gira y gira pero cambia poco ¡con lo amiga que soy yo de los cambios!. Tendré que dejarme envolver por el olor a albahaca y vino, vestirme de blanco y verde y recorrer el coso (mira, un cambio: ahora es peatonal) a toda prisa para rodear el casco viejo en busca de la cuesta de Santa Ana que me conduzca a la plaza del Ayuntamiento por la parte de atrás que siempre está menos concurrida.  Aposentada en La Moreneta, esperaré nerviosa como todos los años que el cohete anunciador explote y la fiesta se me apodere a ver si así consigo evadirme para tomar perspectiva